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B) Contesta a las preguntas.



1. ¿De qué problema se trata en el artículo? 2. ¿Qué han descubierto los técnicos franceses? 3. ¿Qué han hecho en Francia para resolver el problema?

5. Expresa tu opinión.

1. ¿Cuáles son las causas de los accidentes de circulación? 2. ¿Limitar la velocidad es una medida útil contra accidentes? 3. ¿Sabes conducir el coche? Si no, ¿quieres aprender a conducir? 4. ¿Cuál es más peligroso uno a quien le gusta correr a gran velocidad o una persona a quien no le gusta la velocidad? 5. ¿Qué coche te gustaría tener? 6. ¿Por qué muchos conductores son agresivos, gritan, insultan cuando conducen? 7. ¿Cómo pueden clasificarse los conductores? 8. Se dice que el coche es un niño del hombre, ¿es verdad? 9. ¿Cómo se siente un conductor que se ha quedado sin coche y tiene que convertirse en un peatón? 10. ¿Cómo se preparan para los exámenes de conducción? 11. ¿Es difícil pasar estos exámenes? 12. ¿Qué coches son más corrientes para: a) el hombre de negocios, b) la modelo, c) el político, d) el empleado.

6. Lee el texto y haz la traducción literaria.

Fernando Díaz-Plaja

El automóvil, hijo mimado del español

(Fragmento de "Los pecados capitales en un coche español ... y en un barco francés")

La avaricia española, en general, es poca; es uno de los pecados para lo que menos preparados están los españoles, de natural generosos. Pero la avaricia españo­la con el automóvil es nula. Como si se tratara del hijo mi­mado, ese hijo que siempre ha despertado todas las complacencias, el coche recibe todo lo que necesita y aún más de lo que necesita. (No se olvide que se trata de un hijo tardío, ese hijo que muchos ya no esperaban y que, por ello, es mucho más importante y al que se le dan todos los gustos. ¿Qué quieres, guapo, además de la gasolina? ¿Aceite? Que sea del mejor. Agua que no le falte. ¿Están bien tus baterías? Tienes la cara del motor sucia, ¿quieres que lo petroleemos, rico? He oído un leve chirrido, ¿no será que necesitas un engrase, mi vida? Que se lo hagan inmediatamente. Y, de vez en cuando, un chequeo a fondo; aunque todo parece estar bien, nunca se sabe. Vale más prevenir que curar. Que el médico, digo, el mecánico, lo examine a fondo, le haga análisis, estudie la suspensión. ¿Y si para no cansarle tanto de posición cruzamos las ruedas? ¿Quién le va a lavar hoy para que esté mi coche­cito más guapo?)

Todas las atenciones que se tienen para con un hijo se emplean y aún se multiplican para el automóvil. Lo único que todavía no se hace porque no se ha inventado la forma es mandarle a un buen colegio.

Naturalmente, si se busca bien puede encontrarse, sin embargo, alguna muestra de avaricia en la relación hombre-automóvil; cuando se trata de un ser por natura­leza tacaño extenderá ese defecto a esa propiedad llamada vehículo, como la prolonga con la propia familia y el ser­vicio.

Y así encontramos al que le resulta difícil despren­derse de su coche por un amigo.

- Oye, me he quedado sin medio de transporte. ¿Me prestas el coche un par de horas?

En la imaginación del tacaño empieza una lucha. Le ha cogido por sorpresa la demanda y trata rápidamente de buscar una excusa.

- Esto, ¿el coche? ¿Mi coche? (¿Y si lo mancha?) Pues ahora mismo no sé si mi mujer se lo ha llevado (¿Y si le da un golpe?) porque me ha dicho hace rato...

- No, no; está en el garaje, acabo de verlo...

- Ah, entonces, claro (tampoco sé cómo conduce, a lo mejor es un manazas y me lo estropea), con mucho gusto lo haría, pero..., pero ¡ahora me acuerdo! Tiene el depósito vacío (¡hala!, ahora si lo quieres, tendrás que gastarte tú el dinero).

- Bueno, es igual, no te preocupes, tomaré un taxi (¿será tacaño? Ya llegará el día que sea él quien me lo pida).

El avaro siempre teme que le perjudiquen el automóvil sólo con llevarlo.

 







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